Y van…

Hace algún tiempo que no escribo en nuestra columna Guau!, y quería comentarles a nuestros queridos lectores que no porque no cuestionemos lo dado en nuestra indiferente sociedad al respecto de la-realidad-de-los-perros-de-la-calle, la suerte de estos desgraciados ha cambiado. Y es que en verdad pasa por encima de nuestras prioridades poco soli(dar)ias, aquello que representa un salvaguardo al instante perruno que ni siquiera somos capaces de imaginar. Así la angustia por nuestra inacción, o simplemente el remordimiento por nuestra «dis(tr)acción», nos amenaza cual villano de una telenovela que siempre continúa en un próximo capítulo: entonces vida de perro es no esperar nada de nadie, vivir el instante real, y dejar para los que se conmuevan, todo eso que hace falta, pero que los abandonados no reclaman, pues al fin y al cabo, jamás advertimos…

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