No suelo celebrar esta fecha por mis hábitos paganos, y tampoco por una cuestión de coherencia matemática (víd. errores del gregoriano), pero voy a hacer una verdadera excepción porque anoche fue el colmo… (ya volveremos aquí). Década atrás, medimos como sociedad la indignación de un pueblo abatido por la corrupción que afectó directamente el bolsillo del contribuyente, y ello se escuchó en la disminuida utilización de fuegos artificiales en la temporada festiva de fin de anno vulgaris.

Lo absurdo es que a pesar de la incomparable impunidad con la que nuestros actuales Gov’rnators nos acosan, y más aún de la prohibición por Ley en algunas provincias, la inflación-de-bolsillo y la infelicidad de un pueblo ignorante de su decadencia, la pirotecnia se hizo notar en el cielo «nacional y popular» aturdiendo a perros, gatos, aves, insectos y demás seres pasibles de nuestra humanidiosidad, validando indiscutible-mente aquella sacha-verdad-revelada anunciada por la Presidente de la Argentinian Inc., que decía algo así como: «cuando se le puede dar de comer a las mascotas es porque está comiendo también el pueblo»…, faltándole el respeto por Cadena Nacional a la última inteligencia solidaria que aún no ha rendido pleitesía a la Korona al no contagiarse las fomitas de la religiosidad nac&pop.

Re-re-encausando la cuestión de la bolutecnia de artificio, el colmo de la noche de «fin de año» fue el desgraciado resultado de animales asustados y perdidos por descuido de sus dueños, la desgracia de ser abandonados, el infortunio de volar y caer por la artillería familiar, etc., lo que inflamó la paciencia de aquellos pocos que, solidarizados por la angustia y pánico de las víctimas de las celebraciones-socialmente-aceptadas, «acuartelamos» a nuestros compañeros, para contener sus estados emocionales alterados, y evitar así el anticipado y socialmente divulgado síndrome de pérdida de animales de compañia que se repite año a año…